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La última hermana

Hay libros que se disfrutan de principio a fin, de los que están escritos de una forma magistral, en los que sientes a sus personajes y vives con ellos su historia, una historia que, además, te atrapa. Eso es exactamente lo que sucede con La última hermana, la última novela de Jorge Edwards. Ahora que el año 2016 encara su recta final, La última hermana se puede considerar como uno de los mejores libros del año. Para mí, sin duda, lo es.

Publicada por Acantilado (lo que ya es un indicio suficiente de calidad; en el enlace, la editorial te permite descargar algo más del primer capítulo) a principios de primavera, La última hermana es una novela magnífica por varios motivos, entre otros: por la historia que cuenta, por su protagonista y por el estilo que utiliza Jorge Edwards.



En La última hermana, Jorge Edwards, nos transporta al París ocupado de la Segunda Guerra Mundial. No temas, la novela no trata sobre la guerra, aunque sí que está presente (y mucho) en los acontecimientos que marcan a sus protagonistas. La recreación del ambiente parisino previo y durante la ocupación, con la progresiva escasez de lujos, necesidades y víveres que se iba viviendo, y de la liberación es uno de los logros más visibles de la novela.
Un París que todavía se situaba en el epicentro de las vanguardias y que, como Jorge Edwards se encarga de mostrar, mantiene ciertas inquietudes artísticas y literarias a pesar de la ocupación. Por La última hermana se dejan ver escritores y pintores conocidos, en particular Colette y Vicente Huidobro, el poeta chileno, que tiene una aparición final encantadora.
Jorge Edwards introduce a estos escritores en La última hermana de forma natural: la protagonista es amiga suya. Una protagonista fascinante. Un personaje de ensueño. María. Una señora bien chilena que, por circunstancias de la vida (un matrimonio), se encuentra residiendo en ese París. María es el eje de la novela. Ella es la novela y lo que hace que el libro te cautive. María, a quien su familia, desde Chile, la misma que le envía dinero, le reclama que abandone el polvorín de Europa y que vuelva con la familia, sus hermanos y su hija, que la esperan en Chile. Una María que existió en la realidad, familia lejana del mismísimo Jorge Edwards, que ha recuperado su historia para trenzar su novela. Curiosamente, en su novela anterior, El descubrimiento de la pintura (también muy recomendable), Edwards también recurre a otro familiar lejano para articular su historia.
María, ajena a las misivas de su familia en Chile, se siente cómoda en París, con su vida de alta sociedad, organizando y asistiendo a fiestas; una vida de chilena extravagante y sofisticada en la que la ocupación alemana abre un paréntesis y un periodo en el que, de forma casi involuntaria, María se descubre viva cuando comienza a colaborar en un hospital. Un hospital judío del que las madres y los niños salían de brazos de la Gestapo con muy pocas esperanzas de regresar a sus hogares. Así, al principio casi sin quererlo, luego terca al tiempo que valiente, María pasa a colaborar en misiones de rescate (salvación, más bien) de bebés recién nacidos o niños de pocos años. Sus niños, a los que se siente unida más que a su propia hija. Una historia humana envidiable para una novela vital.
Junto con María, La última hermana nos deja otros personajes excelentes. Ahí están la Brunilda, la cocinera, que tiene un final inesperado en la historia inesperado; el Perico, el perro (los perros; el primer Perico y Perico Segundo), protagonista de algunas situaciones; Claire, el contacto de la resistencia en el hospital, otro personaje gozoso; su René, su gran amigo, amante a su manera y siempre energía; o Reed Rosas, Wilhelm Canaris, el jefe de la inteligencia de la Marina Imperial alemana (en la Primera Guerra Mundial) y del ejército nazi (en la Segunda), un personaje fascinado por María (¿quién no?) y que aporta la visión más reflexiva e introspectiva de la novela junto con el oficial-escritor alemán.
Todos ellos conforman una historia muy bien narrada, de gusto clásico, sin necesidad de recurrir a complicaciones. Jorge Edwards utiliza un lenguaje transparente, pero muy rico y potente. Con una prosa muy suave, La última hermana es un libro dulce (nada empalagoso), que da la sensación de estar escrito desde el cariño. Por si fuera poco, si algo caracteriza el estilo de Jorge Edwards, es su elegancia. Un estilo exquisito que le llevó a ser distinguido con el Premio Cervantes en 1999. Estilo e historia combinan a la perfección y, al menos a mí, me llegaron a sobrecoger en más de una y dos ocasiones.
El resultado es una novela emotiva y exquisita, que se disfruta de forma sosegada, apreciando sus guiños literarios y detalles, al tiempo que se acompaña a María en su aventura personal, a veces alegre, a veces dura, pero siempre rebelde, incluyendo su recta final en Chile. Una historia valiente, también inesperada, dentro de la Historia. Una joya,
Así que, ya sabes, si tienes ocasión de leerla, ¡hazlo! Y si no, seguro que tienes algún regalo interesado que hacer para que te la puedan prestar. ¡Seguro que te fascina!
¡Un beso, rubia!
PD: Para terminar, te animo a que leas la entrevista que le hicieron a Jorge Edwards en El País sobre La última hermana porque me parece muy interesante lo que comenta y porque avanza algo de su próxima novela, que promete mucho y muy bueno.



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