Finalista del premio Nadal (2007), finalista del premio Planeta (2010) y ganadora del premio Nadal (2014). En un intervalo de ocho años durante el que también tuvo tiempo de publicar otra novela y un ensayo. Ésta es parte de la fabulosa carta de presentación de El tiempo mientras tanto de Carmen Amoraga, de quien en mes y medio tendremos su última novela Basta con vivir en las librerías.
En poco menos de 300 páginas, Carmen Amoraga nos presenta la historia de tres mujeres: María José, Pilar y Marga. De sus vidas y de sus sueños; de la distancia entre sueños pasados y vidas presentes; de sus desengaños y sus decepciones. Tres historias de mujeres que se entrelazan a la perfección: María José ha sufrido un accidente de tráfico y se encuentra moribunda en coma en el hospital, mientras Pilar, su madre, se alterna con su padre para su cuidado y Marga, una amiga de María José, acude sin falta una vez por semana para estar con ella.
El tiempo mientras tanto es una novela trágica y triste en la que la autora opta por un tono narrativo desenfadado, casi alegre, con una voz envolvente con sus juegos de repeticiones. La combinación tema-tono funciona: individualmente, las historias provocan una sonrisa por su humor (a veces ácido) pero, vistas de forma colectiva, conforman una tragedia universal. Porque ¿quién tiene la vida que siempre ha soñado? El tratamiento indirecto del tema, desde el punto de vista de tres protagonistas muy distintas, es uno de los mayores aciertos de la novela. Por si fuera poco, es casi imposible no verse en alguno de esos sueños rotos.
Toda la fuerza del texto recae sobre las tres mujeres protagonistas, mientras que los hombres, tal vez con la excepción de Paco (el padre de María José) y en menor medida Fermín (un primer novio de la madre), ocupan un papel secundario. Los personajes cubren un espectro de caracteres muy variado (agradables, pusilánimes, correctos, encantadores, odiosos) están bien construidos, incluidos los secundarios. A veces, se podría decir que están incluso demasiado bien construidos porque Carmen Amoraga no renuncia a contarnos los sueños de juventud de casi todos ellos. Claro está, esto encaja con el tema principal de la novela pero tiene el inconveniente de que, a veces, se tiene cierta sensación de artificialidad porque la historia se ve interrumpida por el pasado de un personaje secundario.
En cuanto a la forma, sólo cabe decir que (dejando al margen una falta de ortografía de esas de quitar el hipo, un “faltava” que duele mucho) es una prosa moderna, correcta, en la que los diálogos fluyen con naturalidad y en la que es destacable su narrador en tercera persona; un narrador juguetón que se encarga de presentar y terminar las escenas y, sobre todo, de conducir con suavidad toda la carga sentimental de la novela.
Al final… pues sí, lloré. No a mares, pero lloré. Es lo que se esperaba de una novela que está más orientada al público femenino que al masculino y que, pese a su tristeza y tema trágico, se lee con agrado y con ganas. Con tantas ganas que, después de haber acabado El tiempo mientras tanto, he repetido lectura de Carmen Amoraga con La vida era eso.
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