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Calle de las Tiendas Oscuras

Fue mi madre quien me regaló Calle de las Tiendas Oscuras, de Patrick Modiano. A elección mía, (para liberación del librero), este pasado mes de agosto, para celebrar la apertura del nuevo local de la librería (una mudanza de corta distancia que pivota sobre el Ministerio de Hacienda), tan bonito.



Por fin un encuentro en primera persona con Modiano. Le tenía ganas: me había cruzado con él en varias referencias; muy en especial, por el buen recuerdo que me dejó, por Pauline Dreyfus, en esa preciosidad de novela que es El banquete de las barricadas. Modiano. Premio Nobel (por devaluado que esté, sigue siendo un Nobel), Premio Goncourt (precisamente por Calle de las Tiendas Oscuras en 1978; premio revaluado gracias a Lemaitre y Vuillard), muchas ganas y expectativas.

Quizás por esas expectativas, Calle de las Tiendas Oscuras me ha sabido a poco. Quizás me esperaba más del universo Modiano.

Durante toda la lectura he sentido que se me escapaba algo, que me faltaba una parte anterior (como si la novela fuese una segunda parte), que me estaba perdiendo algo… Ahora lo pienso y puede que sea precisamente esa sensación lo que busca provocar Modiano. El protagonista también anda perdido, sin conocer su pasado. Siendo detective, no podía ser más contradictorio. Buen punto de partida.

La búsqueda de la identidad del protagonista podría decirse que es el tema fundamental de la novela. Durante la primera mitad, su investigación avanza casi más por casualidad que por método. Cajas de recuerdos, fotos con un nombre detrás… los pasos conducen hacia Porfirio Rubirosa. ¡Todo un personaje! Personaje real, de carne y hueso, el dominicano, con una vida que daría para mil novelas y otras mil películas. Y de fondo, siempre las calles de París, segundo protagonista de la novela, especialmente Auteuil y el distrito XVI. En la segunda mitad la narración se vuelve más novelada, más fácil de seguir y de hilar para el lector; algunas piezas encajan, a la vez que la memoria de nuestro Guy Roland, ya Pedro, rellena algunos vacíos.

Pero la sensación de pérdida persiste. Posiblemente porque esperaba quedar deslumbrado y hechizado.
No me ha parecido una lectura fácil, ni especialmente recomendable, pero sí original y entretenida. Bien escrita, con muchos detalles y muy bien construida. Con recursos de estilo muy interesantes. Percibes que está muy bien escrita y se hace entretenida. La edición, de Anagrama de 2009, y la traducción, de María Teresa Gallego Urrutia, impecables, como cabía esperar.

Al menos por ahora, no será mi escritor francés contemporáneo favorito (Foenkinos me roba el corazón), pero sí merece que lea otras novelas suyas. Se aceptan sugerencias.

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