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10 Reglas para comprender el mundo

Porque no todo en la vida del lector es novela, uno también es proclive a leer ensayos o libros divulgativos o curiosos, a veces relacionados con su cosas de trabajo, a veces no. A medio camino entre trabajo y ocio se sitúan estas 10 Reglas para comprender el mundo, de Tim Harford, editado por Conecta, uno de los sellos editoriales de Penguin Randon House.


Comenzando por el autor, Tim Harford ya era conocido por El economista camuflado (2005, en España en 2007) un libro del que mucha gente hablaba muy bien y que tuvo dos sucesores (El economista camuflado ataca de nuevo y Pregúntale al economista camuflado), que me pareció, en general, ameno y algo interesante, pero al que no encontré demasiada chicha y que, en mi opinión, quedaba fuera del alcance de los no economistas (y posiblemente de muchos economistas también). Vamos, que no había vuelto a darle una oportunidad al bueno de Tim, aunque sí le tengo ganas a El poder del desorden, también en Conecta.

¿Qué hace falta para comprender el mundo? Piensa, piensa. Mientras escribo esto, mi sombra (un perro de color canela llamado Trasto) lo tiene claro: para él, como para todos sus congéneres, la clave está en la observación (y en un truco infalible: ladear la cabeza, el humano de turno cae rendido a tus encantos). Comparto esta señal de inteligencia perruna, a la que añadiría algún matiz. Por ejemplo, la observación sin un registro de las observaciones, se evaporaría (registro escrito, preferiblemente, lo que me lleva a pensar, otra vez más, en El infinito en un junco, de Irene Vallejo); y el registro de las observaciones mejoraría notablemente si estas se hiciesen de forma metódica y sistemática, porque su análisis permitiría extraer de ese conjunto de datos la información que te haría posible comprender el mundo. Y ahí, rubias, es donde entra en juego la estadística.

Amada por unos (pocos), odiada por otros (estudiantes, tal vez víctimas de profesores con poco o nulo interés docente), manipulada por algunos (políticos y asesores, pasen a fichar, por favor) y utilizada por casi todos en el día a día. Ains, la estadística.

Antes de que entres en pánico, aclaro 10 razones para comprender el mundo no es un manual de estadística (ni descriptiva, ni teórica). Es un libro divulgativo para todos los que trabajamos con estadísticas, las utilizamos o consultamos, las elaboramos, etc. Son diez reglas esenciales que, de vez en cuando, conviene a pararse a pensar, para evitar llegar a conclusiones precipitadas. Para que te hagas una idea, te doy dos ejemplos de por donde van los tiros.

Primer ejemplo. Gracias al COVID-19 seguramente sepas (si no lo sabías ya, rubia; no es mi intención dar méritos al coronavirus) que las vacunas, como todos los medicamentos, pasan por una serie de fases de prueba y experimentación. Pues bien, puede que esas pruebas se lleven a cabo únicamente en pacientes hombres (o en ratones masculinos), pero no en mujeres (o ratonas). Es obvio que hay aspectos biológicos diferentes entre hombres y mujeres y que probar medicamentos únicamente en un grupo de hombres sesga los resultados y, entre otros problemas, minimiza los riesgos de efectos secundarios para las mujeres. Lo mismo se podría decir de los estudios de opinión en los que los encuestados son solo hombres (dejemos en paz a los ratones), en aspectos donde hombres y mujeres pueden pensar de forma diferente. Esto es lo que se conoce como el sesgo de género y es un error (garrafal) en el diseño de experimentos (o encuestas), que se da con mucha más frecuencia de la que crees y, por increíble que parezca, alcanza a ámbitos muy científicos como los relacionados con pruebas médicas. Normalmente, el sesgo de género no tiene ninguna intención maliciosa, ni tiende a realizarse de forma consciente. Pero otras veces la manipulación sí puede ser intencionada. Vamos al segundo ejemplo para verlo.

Segundo ejemplo. Es difícil no estar de acuerdo con el refranero cuando afirma que una imagen vale más que mil palabras. Cierto, la capacidad explicativa de muchas imágenes puede superar con creces cualquier explicación sesuda o información detallada en una tabla/sábana extensa e ininteligible. Los gráficos son instrumentos muy visuales para resumir información y percibirla de forma nítida. Pero, por desgracia, es fácil que estén mal hechos por diversos problemas: las escalas de los ejes (gráficos de barras que no comienzan en el cero, lo que condiciona la percepción de las magnitudes), las unidades de medida (sin especificar o en unidades no comparables) y la selección del propio tipo de gráfico (gráficos que incluyen líneas que unen puntos, haciendo que variables discretas pasen por variables continuas) son tres de los problemas más frecuentes que puedes encontrar en una representación gráfica defectuosa. Estos problemas pueden deberse a la creatividad del autor o diseñador del gráfico, que puede supeditar el rigor a la belleza gráfica, cuestión de ego de artista; pero, y esto es más peligroso, puede deberse a un comportamiento premeditado para te fijes en aspectos que se quieren destacar a pesar de que difícilmente llamarían la atención per se. Algo que, tocando las escalas de los ejes verticales, por ejemplo, es muy fácil de hacer: convertir lo pequeño en grande y lo grande en pequeño, a conveniencia.
 
Ojo, ¿has notado que, al comenzar el párrafo anterior, he empezado condicionándote en contra de los textos y tablas? Un texto no tiene obligación de ser sesudo (puede ser una explicación perfectamente estructurada y amena, fácil de recordar), al igual que hay tablas muy bien elaboradas (eso es un arte); en lo que nos interesa, que es la manipulación, nada se libra: tablas, textos y gráficos; todo es manipulable en manos de una mente que quiere que pienses lo que le interesa. 
 
De estas cosas van las 10 Reglas para cambiar el mundo. Un libro muy entretenido en el que cada capítulo comienza con alguna anécdota (y hay algunas realmente interesantes, premios Nobel incluidos), que prosigue entrando en materia y que cierra de manera certera y hábil retomando el hilo con el que comenzó. Un libro que se nutre de la experiencia de Tim Harford en el (muy recomendable) programa de la BBC More or less y al que solo encuentro un "pero" inevitable: el libro y el autor son anglosajones y, obvio, la inmensa mayoría de casos y ejemplos son de Estados Unidos o del Reino Unido. Nada grave.

Un último detalle: las 10 reglas para comprender el mundo terminan con una regla final, una conclusión que, a mi parecer, es preciosa: sé curioso. Al fin y al cabo, la curiosidad es la madre de la ciencia.



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